HOSTELVENDING.com 06/02/2017.- A medida que las propuestas para la implantación de un Sistema de Depósito, Devolución y Retorno de envases se han ido fortaleciendo, las críticas han empezado a llover para echar por tierra los posibles beneficios que pudiera tener.
Desde los principales agentes defensores del SDDR como un sistema complementario achacan estas reticencias al lobby construido en torno al Sistema Integrado de Gestión que, ante el riesgo de perder ciertos privilegios, se opone de manera frontal a compartir espacio con otras propuestas que, sin embargo, funcionan en países europeos con mejores tasas de reciclaje que el nuestro.
No solo está la legislación por medio, sino estos grupos de presión que, en los últimos meses y habida cuenta de la determinación mostrada por la Comunidad Valenciana para incluir el SDDR en su estrategia para elevar la cifra de reciclaje y recuperación de residuos, han intensificado el tono de sus posturas.
El pasado mes de diciembre podríamos leer en la web de AECOC, la principal asociación de Fabricantes y Distribuidores de nuestro país que engloba a más de 25.000 asociados, las opiniones de cuatro personalidades del mundo de la distribución y el reciclaje como son Aurelio del Pino, presidente de la Asociación Española de Cadenas de Supermercados; Óscar Martín, consejero delegado de Ecoembes; José Manuel Núñez, director general de Ecovidrio, y Paloma Sánchez Pello, directora de competitividad y sostenibilidad de la Federación Española de Industrias de la Alimentación y Bebidas.
Todas apuntaban hacia el mismo sentido, todos representando las opiniones de grandes agrupaciones, integradas por las principales empresas de nuestro país, una postura que realmente pone en entredicho la viabilidad del Sistema de Devolución y Retorno y que también nos debe hacer pensar sobre las razones que se muestran.
Entre ellas, destaca el hecho de que una Comunidad Autónoma no pueda legislar sobre una competencia que es estatal, pero sobre todo el de los costes.
Es el principal argumento que se utiliza para desterrar la posible convivencia de ambos sistemas. Y al contrario de lo que apuntan sus defensores, desde Ecoembes aseguran que con un sistema como el del retorno de envases y los incentivos se mercantiliza “el acto cívico de reciclar, confundiendo al ciudadano y penalizándolo” ya que el sobrecoste terminaría pagándolo el consumidor final.
Es más, ponen cifra a lo que le costará a la Comunidad Valenciana implantar el sistema, alrededor de 170 millones de euros, una cantidad que se extendería hasta los 970 millones en el caso de que se extendiera a todo el territorio nacional.
Se habla de excesivo esfuerzo de los comercios y los establecimientos que estarían obligados a hacerse cargo de los residuos que, por otra parte, ponen en el mercado. Mientras que el consumidor encontraría también más problemas, al contrario de lo que opinan sus defensores que ven en los incentivos una motivación extra para que cada ciudadano cumpla con su labor responsable.
En contraposición califican el SIG como el más “eficaz” y “eficiente”. Más eficiencia con el menor coste y así es como se presentan el actual método de trabajo que tenemos en nuestro país y con el que parecen estar de acuerdo productores, envasadores y una buena parte de los hosteleros.
Mientras tanto los últimos informes del Área de Medio Ambiente de la Comunidad Valenciana le dan la razón a los detractores del SDDR al recoger en la memoria económica del proyecto un coste de 27 millones de euros que correrá a cargo de la industria.
“La aportación media se situaría, por tanto, en 0,012 euros por unidad, casi el doble del gravamen que aplica Ecoembes (0,0058 euros) exclusivamente a los productores de envases de plástico, briks y latas. El estudio, que ha corrido a cargo de la Universitat Jaume I (UJI) de Castellón, estima su coste de funcionamiento en alrededor de 66,8 millones de euros al año. Los fabricantes costearán cerca del 40% del total, de acuerdo con el principio de responsabilidad del productor presente en la ley de Envases”, publicaba el diario El Mundo hace unas semanas.
A ello se suman los costes de financiación, los costes del material que no se devuelve, los gastos de inversión de los gestores y los puntos de recogida, la logística para el transporte… Todo suma y pone contra las cuerdas a un sistema en el que una rama amplia del vending ha puesto grandes esperanzas.
Los promotores de distintas iniciativas ligadas al reverse vending todavía aguardan con expectación el final de esta historia, todo ello, sin dejar de crecer y extenderse en ámbitos muy concretos, como es la propia distribución automática y las máquinas de Tritech que distribuye FAS International para instalar junto a las máquinas de café y recoger así los vasos o las latas que se consumen cerca de los puntos de venta.
Tampoco es un obstáculo para las máquinas personalizadas que recogen determinados residuos y que permiten la fidelización de los clientes. Es un modelo de negocio que no se va a parar y que también busca su espacio en el mercado, aunque es evidente que no cuenta con los apoyos necesarios.